Palabras que buscan a Cristina Rubalcava
La pintura, se da en el espacio. La literatura, en el tiempo. ¿Cómo saltar del tiempo al espacio, sin caer en el vacío? Sin embargo, a los pintores les encanta que los escritores hablen de su pintura. Y a los escritores, escribir sobre ella. Porque en el fondo — y en la superficie—, no hay pintura que no quiera contar algo. Aún los cuadros de Jackson Pollock, que nos cuentan las transformaciones multicolores de galaxias inmóviles.
Y por su parte, los escritores siempre ven lo que escriben y quisieran que, así como está pintado en su imaginación, sus lectores lo vieran. Cristina Rubalcava, como todo pintor, trabaja en colores. Yo, como todo escritor, con palabras. Trataré de tender un Puente de palabras —como se tiende un arco iris— entre lo que ella pinta y lo que yo quisiera decir que ella pinta con sus colores. Tomadas de la mano —o de la cola, como changuitos juguetones— o de dos en dos, como parejas cachondas, allá van las palabras: Sandías, fuego, muerte, metro, perro y ratas; nalgas y bailarinas, arracadas, toros y toreros, palidez de nieve y sueños —sobre todo sueños, sueños bajo girasoles de papel en un cabaret mexicano de mala muerte, sueños de una tarde de verano en un café de la Rue de la Paix entre langostas vivas y amantes— pintores que se autorretratan en sus ojos recíprocos, sueños en el infierno del metro de París entre acordeonistas bohemios, poetas y policías; mujeres de almidonadas vergas postizas y, en una plaza de la Ciudad de México, sueños y verdades entre tragafuegos y mendigos, perros con lenguas de puñales rojos, vírgenes aparecidas, melocotones palabras que buscan a cristina rubalcava pornográficos, matracas, peras con cola de ratón, piñatas y luces de Bengala: todo esto, revuelto, es la pintura de Cristina Rubalcava. En otras palabras, mejor acomodadas: esa mexicanidad tan mentada de los grandes dibujantes y pintores mexicanos —Posada, Rivera, Cuevas, Tamayo—, se ha transformado, durante el largo exilio parisino de Cristina, en una mexicanidad disfrazada de europea, sí, pero por fortuna para ella y para nosotros, mal disfrazada, que en el fuego y redondez de sus frutas, la lascivia de sus esqueletos, en el rubor de sus palomas y en la impotencia de los enanos que reptan por el cuerpo de las estrellas, revela todo lo que de triste y agridulce, de pintoresco y melancólico, y hasta de siniestro, tiene lo mexicano. También de original, si tomamos en cuenta que la originalidad de la producción cultural y artística de un país, no es sino la suma de sus talentos originales. Cristina Rubalcava es uno de ellos. Se me quedaba en el tintero una palabra: humor. El humor abunda en la pintura de Cristina, pero Cristina, que tanto sabe de colores, prefirió pintarlo de Negro.
Fernando del Paso