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Palabras
que buscan a Cristina
Rubalcava
Fernando del Paso
La pintura, se da en el espacio. La literatura, en
el tiempo. ¿Cómo saltar del tiempo al espacio, sin
caer en el vacío?
Sin embargo, a los pintores les encanta que
los escritores hablen de su pintura. Y a los escritores,
escribir sobre ella. Porque en el fondo —
y en la
superficie—, no hay pintura que no quiera contar
algo. Aún los cuadros de Jackson Pollock, que nos
cuentan las transformaciones multicolores de galaxias
inmóviles.
Y por su parte, los escritores siempre ven lo
que escriben y quisieran que, así como está pintado
en su imaginación, sus lectores lo vieran.
Cristina Rubalcava, como todo pintor, trabaja
en colores. Yo, como todo escritor, con palabras.
Trataré de tender un Puente de palabras —como se tiende un arco iris— entre lo que ella
pinta y lo que yo quisiera decir que ella pinta con
sus colores.
Tomadas de la mano —o de la cola, como
changuitos juguetones— o de dos en dos, como parejas
cachondas, allá van las palabras:
Sandías, fuego, muerte, metro, perro y ratas;
nalgas y bailarinas, arracadas, toros y toreros, palidez
de nieve y sueños —sobre todo sueños, sueños
bajo girasoles de papel en un cabaret mexicano de
mala muerte, sueños de una tarde de verano en
un café de la Rue de la Paix entre langostas vivas y
amantes— pintores que se autorretratan en sus ojos
recíprocos, sueños en el infierno del metro de París
entre acordeonistas bohemios, poetas y policías;
mujeres de almidonadas vergas postizas y, en una
plaza de la Ciudad de México, sueños y verdades
entre tragafuegos y mendigos, perros con lenguas
de puñales rojos, vírgenes aparecidas, melocotones
palabras
que buscan
a cristina
rubalcava pornográficos, matracas, peras con cola de ratón,
piñatas y luces de Bengala: todo esto, revuelto, es la
pintura de Cristina Rubalcava.
En otras palabras, mejor acomodadas: esa
mexicanidad tan mentada de los grandes dibujantes
y pintores mexicanos —Posada, Rivera, Cuevas,
Tamayo—, se ha transformado, durante el largo
exilio parisino de Cristina, en una mexicanidad disfrazada
de europea, sí, pero por fortuna para ella
y para nosotros, mal disfrazada, que en el fuego y
redondez de sus frutas, la lascivia de sus esqueletos,
en el rubor de sus palomas y en la impotencia de los
enanos que reptan por el cuerpo de las estrellas, revela
todo lo que de triste y agridulce, de pintoresco y
melancólico, y hasta de siniestro, tiene lo mexicano.
También de original, si tomamos en cuenta
que la originalidad de la producción cultural y artística
de un país, no es sino la suma de sus talentos
originales. Cristina Rubalcava es uno de ellos.
Se me quedaba en el tintero una palabra: humor.
El humor abunda en la pintura de Cristina,
pero Cristina, que tanto sabe de colores, prefirió
pintarlo de Negro.
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